Les compartimos esta hermosa alabanza, ojalá la disfrutes!.. grabada en Cali- Colombia
viernes, 25 de septiembre de 2015
viernes, 28 de agosto de 2015
martes, 28 de julio de 2015
Reflexión de un Predicador
Tiempo de poda
Hoy, deseamos compartir con los lectores esta hermosa reflexión.
"Muchas
veces, el único camino para recuperar la vocación es el cambio radical".
Operación
rescate
Me
di cuenta de que para lograr transformar esta congregación nuestro trabajo no
consistiría en ejecutar pequeños ajustes. Nos urgía tomar pasos radicales.
En
la próxima reunión de ancianos anuncié: «Soy un hombre cambiado. Quiero que
sepan que aún estoy interesado en seguir pastoreando esta congregación, pero,
si continúo conduciremos a la congregación de otra manera. Lo que quiero saber
es ¿si aún así les interesa que yo sea su pastor?» Luego de compartirles lo que
había vivido durante mi período de convalecencia, esperé su respuesta.
Uno
de los ancianos confesó: «Pastor, desde hace tiempo me he dado cuenta de que
algo no funciona bien en esta iglesia. No había conseguido identificar cuál era
el problema, pero usted tiene razón. Necesitamos dirigirnos en otra dirección».
Uno por uno del resto de los ancianos afirmó su deseo de dejar atrás el modelo
de espectáculo para construir un modelo de discipulado eficaz.
El voto fue unánime y echamos manos a la obra.
El voto fue unánime y echamos manos a la obra.
Proceso
doloroso
No
elegimos un cambio gradual. Actuamos de inmediato. Despedimos a todos los cantantes
y comenzamos a convocar voluntarios con un corazón dedicado a Dios para dirigir
la adoración. Ya no les pedíamos a los músicos que nos deslumbraran; queríamos
que nos ministraran adoradores. Pero la poda siempre causa dolor.
Las
multitudes, que esperaban un espectáculo, se fueron a otro lado. Antes del
éxodo, 12.000 personas frecuentaban nuestros cultos. En el proceso del éxodo,
perdimos un tercio de nuestra congregación. No solo la iglesia quedó
destrozada, sino que también yo me sentía devastado. Observaba los asientos
vacíos e intentaba contar, para evaluar el daño. Luego me perdía en la cuenta.
Y cuando volvía a comenzar, escuchaba que Dios me reprendía: «Al contar los
asientos me deshonras. Adórame. Entra en mi presencia. Estoy aquí. Se trata de
mí. No se trata de cuántas personas asisten a la iglesia.»
Cada
lunes procuraba olvidarme de la situación y disfrutar de mi día libre; pero
cuando llegaba el martes a mi escritorio, me encontraba con una pila de
tarjetas con comentarios de «consumidores» molestos:
«Todos
se están yendo, ¿no te importa?»
«
¿Qué es lo que está ocurriendo aquí? Antes era tan alegre y emocionante. Ahora
parece un funeral.»
«Walt,
quizás sea tiempo de que renuncies y dejes que alguien más ocupe tu lugar.»
«Todos
mis amigos se están yendo. Ya no es lo mismo.»
«Ya
no me siento con libertad de invitar a mis amigos. La música es terrible. No me
agradan los sermones. ¿No puedes ver que el barco se hunde?»
Como
en la Guerra Civil, este cambio dividió familias. Algunos se quedaron y otros
se marcharon. Fue desgarrador. La poda es dolorosa. Pero también es
saludable.
Al
marcharse los espectadores, surgió la verdadera adoración. En uno de nuestros
primeros encuentros, leí el sermón de Pedro en Pentecostés en Hechos 2.
Resumí el texto y exhorté: «Cree. Bautízate. Eso es lo que pide Dios. ¿Alguno
quiere bautizarse?» Esas pocas palabras fueron todo mi sermón. Ese día, más de
cien personas entregaron su vida a Jesús y las bautizamos en el acto.
Un
nuevo modelo
Un
nuevo modelo implicaba que redefiniéramos el concepto de éxito.Si continuábamos
midiendo el éxito con la misma vara, nos sentiríamos un completo fracaso, en
especial si considerábamos la notable disminución de la asistencia y «calidad»
de nuestro culto de adoración. Honestamente, esos temas todavía nos preocupan
de alguna manera, pero no son tan importantes como la tarea de desarrollar
discípulos fortalecidos. ¿De qué le sirve a un hombre construir una iglesia
espectacular si pierde, por el camino, a la comunidad?
En
vez de contar miembros y ofrendas, ahora buscamos pruebas de que las personas
estén emergiendo de sus vidas privadas y protegidas, para comprometerse
completamente con Dios y el servicio a los demás. Queremos que se dediquen a
algo más que tomar un café en el hall o encontrarse con alguna persona nueva
durante los cultos de alabanza. Deseamos que profundicen las relaciones
personales, que cultiven amistades, de esas en las que el tiempo pasa volando
cuando están juntos, que estén dispuestos a que los demás los llamen cuando
surja alguna emergencia. Los animamos a buscar un mentor y a ser mentores.
Antes,
protegíamos el anonimato; ahora los insertamos en la comunidad para que vivan
en comunión. Antes los invitábamos a la iglesia; ahora los invitamos a que sean
la iglesia. Antes preguntaba: «¿Cómo conseguir que asista más gente a la
iglesia?» Ahora pregunto: «¿Cuál es la mejor manera de equipar y fortalecer a
las personas para que muestren la iglesia en el lugar en el que Dios los ha
llamado a servir?» Algunas personas comenzaron a desarrollar iglesias en las
casas. Mike y Kim inauguraron la Iglesia de los Tacos. Adoraban en su
restaurante de tacos y luego compartían una cena todos juntos.
Levantar
una iglesia en un restaurante de tacos es una excelente idea para compartir
tiempos juntos, pero no resulta muy práctico para los cultos de bautismo.
Cuando necesitan bautizarse, en vez de llevar a los convertidos a nuestra
iglesia, Mike y Kim toman prestado el bautisterio portátil y lo llenan con agua
del jacuzzi de su casa. No es precisamente la manera más eficiente de cumplir
el ministerio, pero así se lleva a cabo en el mercado laboral. Invitar a
miembros de nuestra congregación a que comiencen una iglesia de tacos no ayuda
a incrementar la asistencia a nuestros cultos, pero extiende el Reino y logra
nuestra misión de equipar a discípulos fortalecidos.
Esto
no es una red social; es un ministerio. Algunos se establecerán por su cuenta y
comenzarán con una iglesia, como trabajaron Mike y Kim. Aun cuando no levanten
ninguna, esperamos que estén ministrando activamente a los demás en sus
necesidades, aun en situaciones de vida o muerte.
«Walt,
mi nieto está internado en el hospital y no creo que logre salir adelante —me
comentó Lee—. ¿Podrías ir a orar por él?»
«Por
supuesto, Lee, puedo ir y orar, pero tú también puedes ministrar a tu nieto.
Ven conmigo —le pedí. Nos dirigimos al altar y le entregué un pequeño frasco
con aceite—. Lleva esto contigo al hospital; vierte una gota de aceite en su
frente y ora a Dios para que lo sane».
Antes,
el equipo trabajaba en un entorno de extenso control y poca responsabilidad.
Controlábamos la programación y las personas acudían si querían venir. Cada
miembro ejercía muy poco control y por eso su responsabilidad era mínima. Ahora
nuestro control es escaso, pero la responsabilidad es mayúscula. Nuestro
control ha disminuido, pero les damos a las personas la responsabilidad de
transformar a su comunidad.
No
fui al hospital a ministrar al nieto de Lee; Lee oró por él. En lugar de controlar
el ministerio, le di la responsabilidad a Lee para que ministre a su comunidad
y le di las herramientas necesarias para que lo lograra.
Lee
se presentó en el hospital para pastorear a su propia familia. «Tranquilo,
hijo. Voy a orar por ti» —Le advirtió. El niño vio cómo las temblorosas manos
de su abuelo destapaban el frasco con aceite y lo escuchó mientras oraba.
«Te
pido, en el nombre de Jesús, que sanes a mi nieto». —Oró Lee y luego vertió una
gota de aceite sobre la frente del niño. Treinta y seis hora más tarde su nieto
volvía a casa.
Hoy,
definimos el éxito de esta manera: sumar vidas restauradas y discípulos
fortalecido a la iglesia, uno por uno.
lunes, 27 de abril de 2015
viernes, 24 de abril de 2015
miércoles, 11 de febrero de 2015
sábado, 31 de enero de 2015
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